martes, 31 de marzo de 2015

Todas las monedas tienen dos caras, todas las caras buscan una moneda.


Yo no es que haya perdido la fe,
es que he visto demasiada gente caer
y no tener fuerzas para volver a levantarse.
He sujetado ya demasiados cuerpos inertes
que sólo querían dejarse arrastrar por una corriente
que no desembocaba precisamente en el mar.

Si yo cuando miro arriba sigo viendo el cielo
y me sigo sintiendo orgullosa de por dónde pisan mis pies.
Tan sólo es esa chispa de incertidumbre que hemos convertido en miedo.

Y vendas tapando ojos que no quieren ni pueden ver más allá.
Mentes ágiles buscando atajos ilegales, descansos placenteros
a base de ciegos confiados que no sueltan la goma ni aún después de sentirla en toda la cara.

Sigo saltando cuando camino, pero he dejado tanto peso sobre los hombros,
que en tierras fangosas sólo queda hundirme,
aun luchando contra ello, cómo aquel que pretende nadar a contracorriente.

Me duelen las manos de sujetarme arriba y ya las sonrisas no ejercen de cuerdas,
a veces tan sólo son sogas que invitan a saltar.
Al vacío.

Los mismos brazos que te abrazan son aquellos que te tiran al suelo,
que te rompen en pedazos minúsculos, irrecuperables.

Lo he llenado todo de espejos,
sé que veré todo lo que no me gusta,
pero me obligo así a sonreír más.
 
N*

miércoles, 11 de marzo de 2015

futuras lecciones de historia


Nos han pedido paciencia, y que nos ajustemos los cinturones,
nos venden cada día la necesidad de un sacrificio que vendrá
con su respectiva recompensa.

Y lo hemos hecho.
Tampoco tuvimos otra opción.

Ahora miramos con esta cara de idiotas que se nos ha quedado
los resultados de una gestión absurda, de un populismo barato,
de una demagogia de sentimientos, de unos chantajes que ya
sobrepasan la barrera de lo legal y lo emocional.

Y levantan la cabeza los que aún creen en algún dios,
y la agachan los que piden porque exista algún infierno.
Y todos siguen caminando, dentro del rebaño, soñando con salir,
intentándolo a ratos.
Volviendo en la mayoría de los casos.

Levantamos el puño en la defensa de unos derechos
que no son más que una parábola de viejos recuerdos,
leyendas de héroes que dieron la vida por unos ideales
que a estas alturas hemos pisoteado hasta dejar de ellos nada.

Escuchamos discursos que no nos creemos,
de boca de gente que no nos convence,
justificando acciones que detestamos,
perdonando por falta cojones.

No nos enfademos cuando nos digan borregos,
cuando las futuras generaciones estudien en libros de historia
la época en que un pueblo de cobardes permitió lo impermisible.

No nos llenemos la boca con cosas que nunca hicimos,
con las que no haremos, con las que nunca lucharemos por cambiar.

Bienvenidos al paraíso artificial, cojan sitio.
Esto es el circo, y
la función ha de continuar.

N*