viernes, 30 de enero de 2015

BREVES ANOTACIONES PARA UN NAUFRAGIO

Nunca olvidas la primera vez que pisas arenas movedizas, 
y no por el miedo, sino por la adrenalina.
La ignorancia de quién no sabe lo que se le viene encima, 
las olas que no te dejarán mantenerte en pie, 
la resaca que te arrastra contra tu voluntad.


Y después ya viene la oscuridad.

Volver a respirar cuesta más cuanto más resistencias pongas
a dejarte llevar.

Quizá la supervivencia venga de la dejadez y las ganas de no seguir, 
evitar resistirse al destino impuesto, 
dejarse arrastrar por la corriente; y así, de repente,
sin saber cómo cuándo ni por qué, 
sales a flote.


Si miras a tu mano, aquello que tienes agarrado, 
aquello fue tu salvavidas.


Pensar con claridad no es fácil, pero la tormenta puede volver,
recoge los restos del naufragio, limpia 
que parezca idílico, que aquí no ha pasado nada.
Cubre las heridas con gasas, con ropa, 
que nadie descubra nunca
que a estas alturas ya estás completamente rota.


Juega a ganar, y oculta las derrotas tras la puerta, 
tras esos ojos hinchados de dormir poco y llorar
demasiado.


Con los dos pies de nuevo en tierra firme 
hay un momento en el que te sientes de nuevo más segura.
Pero no cantes victoria.
Volverás a caer.


Lo que no sabes es, 
si la próxima vez, 
encontrarás la manera de ponerte de nuevo en pie.


N*


lunes, 26 de enero de 2015

Hielo


Ya no espera por ti,
aunque te siga esperando.
Vive creyendo haber cerrado un libro,
de hojas estropeadas de tanto releer.

Y se engaña a sabiendas,
que no es fácil burlar los dedos
que cada noche buscan la misma piel,
los mismos ojos, la misma boca.
Y encuentran una cama vacía,
de sábanas frías y almohadas
que no pueden más.

No puede llorar más porque hace mucho
que gastó todas las lágrimas posibles.
Ahora lleva el duelo en alguna otra fase,
la negación quizá.
La ira ya se fue.
Ya queda el resentimiento,
por tener algún sentimiento que
demuestre que no está muerta,
pero pasa qué.

No se corta con todas las piedras del camino,
porque no camina por miedo
a que sin zapatos que protejan
tenga que ser ella misma la que eche el alcohol a las heridas.

Y nada le asusta más que el hecho
de que no haya una mano que la levante.
Ni unos ojos que parezcan preocuparse,
aunque luego no sea.

Pobre niña asustada,
sobre cojines y algodones.
Sale a la calle y hazte daño,
sale y córtate con algún cristal roto.
Córtate y cúrate a ti misma.

Demuéstrate por una vez,
que esta vez no.
N*

miércoles, 7 de enero de 2015

Estado de guerra


A veces hago preguntas que sé
que no debería. Pero las hago.

A veces me entran dudas,
o simplemente ganas de confirmar.
Y no puedo evitarlo.

A veces paso la línea marcada,
la piso un poco, con cautela
pero con la adrenalina que da
el saber que estás donde no debes.

Las vistas al otro lado, no siempre
lo que esperas.
Pero a veces pasa que sí.

Das de nuevo el paso atrás,
a sabiendas que no tienes otra opción,
pero dejas en algún sitio guardada la idea
de una conquista del territorio,
un ataque sorpresa,
o quizá una cuestión de resistencia y desgaste.

La coronación de la montaña,
que quizá no es el más alto de los picos,
que sus vistas pueden no estar consideradas las mejores.
Pero es justo lo que tú querías.
Y ahí estás.
Soñando una vez más.

Buenos días, me vais a perdonar,
pero tengo una guerra que empezar.
Y aquí, o ganan vencedores y vencidos,
o no gana nadie.

N*

viernes, 2 de enero de 2015

365

El 31 de diciembre escribí un poema que luego olvidé publicar por las prisas y todo lo que implica el día.
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Volvemos a arrancar hojas y llegamos a la última.
Y da más vértigo que miedo.
Miedo ya no. Nada nuevo, pero todo por venir.

Y damos importancia al hecho de que cambie un número,
pero de números estamos rodeados, números a los que concedemos
más importancia que a los hechos que representan.
Suma y sigue. Aniversarios, años y cumpleaños.
Algún día alguien vendrá a demostrarnos que no importa la cantidad
sino la calidad. Y así en todo.

Tomamos hoy como punto de fin, para que mañana sea el de partida,
muchas veces a ningún sitio.
Tomamos el día de hoy para permitirnos mirar atrás sin que sea malo,
incluso nos decimos que es necesario.
Repaso de los últimos 365 días,
comparación con los 365 anteriores,
promesas de lo que no serán los 365 siguientes.

Y así año tras año.
No cambia.
Otros, tampoco cambian.
Y los que se creen distintos, que busquen un espejo
en el que verse reflejados.

Seguimos soñando en blanco y negro porque
guardamos los colores para pintar días grises,
que luego nunca.

Reímos más fuerte, pero no sé
si por ganas o por necesidad.

Jugamos más y mejor.
Perdemos.
Pero hemos aprendido a volver a la casilla de salida.

Vemos caer las tormentas con la certeza
de que volverá
la calma, la que va después,
la que precede nunca fue buena consejera.

Y cada vez nos asusta más el paso del tiempo
y no tanto por el miedo a hacerse viejos,
sino por el de llegar al final
pensando
que nos quedó demasiado por hacer.
Y luego no sabemos qué hacer con una tarde de domingo.

La eternidad y lo relativo del tiempo,
un año puede suponer una vida, o un nada.
Y cada vez me cunden menos,
mientras que cada vez vivo más.

No diré que no tengo propósitos de año nuevo,
en el fondo me gusta pensar que acabaré por conseguirlos,
pero ya no me enfado cuando a 31 de diciembre hago balance y descubro,
sin ninguna sorpresa, que seguimos igual.
En el punto de partida, que quizá, es el de llegada.
Nadie nos avisa de esas cosas.

Punto final, que ni es punto, ni mucho menos final.
Cuando den las 12, serán las 12 y un segundo,
y nada habrá pasado, pero para quienes necesitan huir
siempre queda el amparo de cerrar lo que queda,
y soñar con lo que viene.

No huyo de lo que queda atrás,
aunque espero con ansia lo que viene.
365 días pueden ser pocos para alguien
que sueña demasiado.

N*