Escribo por no vomitar.
Escribo porque a veces no sé cómo decirte que tengo frío, que haces falta, que con tus sonrisas sobran bombillas.
Escribo porque no me entiendo a mí misma, necesito terapia como cualquier loco aquejado de bipolaridad y esquizofrenia, necesito que mi parte coherente comprenda a la inconsecuente.
Escribo para conocerme, porque convivir conmigo no es tan fácil, a veces necesito libro de instrucciones, unas pautas para sobrellevarme sin demasiados dramas.
Escribo porque hace tiempo alguien me miró con, quiero creer, una pizca de admiración, desde entonces nunca pude dejar de hacerlo.
Escribo porque tengo miedo a dejar de existir de un día para otro y no haya nada que me recuerde en este mundo, que haya al menos un puñado de palabras que cuando alguien las encuentre y las lea, diga, “todo eso, era ella”.
Escribo para perdonarme por todo lo que no he hecho en la vida, por toda la cobardía que arrastro, por todas las lágrimas innecesarias y toda la tristeza que he llegado a acumular en unos párpados que no se cierran porque ya no quieren más pesadillas.
Escribo porque también soy feliz, porque no quiero olvidar esos momentos, que aunque no suele haber palabras, las busco, porque no podemos dejar de plantar flores en el asfalto, no puede morir la esperanza.
Escribo porque siempre se me dio mejor que hablar.
Escribo para ti, para ellos, para vosotros.
Pero sobre todo, para mí.
N*