miércoles, 24 de septiembre de 2014

Ni 19 días, ni 500 noches


No me hicieron falta 19 días
y mucho menos 500 noches.
No hizo falta volar a otro país, 
ni tan siquiera cambiar de ciudad.

Bastó el simple paso del tiempo
para que todo volviera a su sitio.

No hizo falta que cambiaras las rutinas, 
para no doler aún más en mis ruinas, 
soy una gata callejera
que lame sus propias heridas.

No te pedí nada más que
cerraras la puerta al irte
y hasta eso incumpliste.

Pensé que oírte a lo lejos
continuando tu vida
dolería más que todo lo que quedaba atrás
y me equivoqué, 
ya el dolor me hizo fuerte, 
esta vez te abandono a tu suerte.

N*

martes, 23 de septiembre de 2014

Yo no.

Yo no quería soñar contigo, no fue voluntario, te fuiste colando como actor principal en mis sueños, los que tengo dormida, pero sobre todo los de cuando estoy despierta. 

Yo no quería convertirte en centro de todo, en final y meta de cada carrera, en objetivo de cada plan trazado, en premio de cada concurso. No quería, de verdad.

Yo no quise hacerte responsable del tiempo que hace, de la luz que tiene el día o de los huracanes que destrozan todo.

Yo no pensaba hacerte cargar con las culpas de todos los cristales rotos, de todos los trozos que no pueden ser de nuevo pegados, de todas las cosas que ya no funcionan. Cargar con las mías, mis culpas, las que nunca asumo.

Y aquí estamos. Yo no me atrevo a moverme y tú sólo quieres alejarte, pero no lo haces. Y caeremos a la vez en algún abismo al final de un camino que empezamos sin saber dónde nos metíamos.

Pero de haberlo sabido, ¿qué habría cambiado?


N*

lunes, 22 de septiembre de 2014

Escribo

Escribo por no vomitar.

Escribo porque a veces no sé cómo decirte que tengo frío, que haces falta, que con tus sonrisas sobran bombillas.

Escribo porque no me entiendo a mí misma, necesito terapia como cualquier loco aquejado de bipolaridad y esquizofrenia, necesito que mi parte coherente comprenda a la inconsecuente. 

Escribo para conocerme, porque convivir conmigo no es tan fácil, a veces necesito libro de instrucciones, unas pautas para sobrellevarme sin demasiados dramas.

Escribo porque hace tiempo alguien me miró con, quiero creer, una pizca de admiración, desde entonces nunca pude dejar de hacerlo.

Escribo porque tengo miedo a dejar de existir de un día para otro y no haya nada que me recuerde en este mundo, que haya al menos un puñado de palabras que cuando alguien las encuentre y las lea, diga, “todo eso, era ella”.

Escribo para perdonarme por todo lo que no he hecho en la vida, por toda la cobardía que arrastro, por todas las lágrimas innecesarias y toda la tristeza que he llegado a acumular en unos párpados que no se cierran porque ya no quieren más pesadillas.

Escribo porque también soy feliz, porque no quiero olvidar esos momentos, que aunque no suele haber palabras, las busco, porque no podemos dejar de plantar flores en el asfalto, no puede morir la esperanza.

Escribo porque siempre se me dio mejor que hablar.
Escribo para ti, para ellos, para vosotros.
Pero sobre todo, para mí.

N*

martes, 2 de septiembre de 2014

Oscuridad

Fuimos sombras en calles con poca luz, querías alumbrar, pero te eclipsaron a temprana edad y así te encontré, sólo y oscuro.

Supe que arrastrabas un ancla de heridas que no te permitía navegar justo en el momento que quisiste sonreír. Y no supiste.

No sé si me enamoré de ti o de tu tristeza, pero me dejé arrastrar por ella, contigo, y todo parecía inexplicablemente menos triste.

N*