Va a volver septiembre y seguimos en el mismo punto que en enero. O peor incluso. Va a volver el otoño y yo aún no he tenido verano, me he quedado saliendo del invierno en busca de primavera. Hemos hecho demasiados kilómetros, hemos visto muchas veces salir el sol y muchas lunas, ha llovido hasta inundar(nos), pero no hemos llegado a secar del todo. Vamos con la humedad a cuestas, metida en las entrañas. Enfriando el más caluroso de los paraísos, empañando hasta la más feliz Navidad. Jodiéndolo todo. Hasta lo que pudo haber sido bueno. Nunca lo sabremos.
No hablaré de aquello a lo que hemos renunciado porque me da tanto vértigo que no creo poder mantenerme en pie. Las oportunidades perdidas, espinas en la piel, pinchan y sangran. Y nadie tiene tiritas.
Me sigue sabiendo la boca a sal de todas y cada una de las veces que me ahogué en el mar. Sigo sintiendo arcadas cada vez que intuyo que se acerca otro precipicio, pero sigo sin saber dar marcha atrás, cambiar el rumbo o simplemente parar. Quieta. Por una vez.
Va a volver septiembre y preveo un otoño de lluvia aquí dentro, de silencios camuflados en millones de palabras, de falsas verdades por no mostrar auténticas debilidades. De miedos. Viene un otoño de miedos que acabará por desembocar en un invierno que amenaza con la más absoluta de las nadas.
N*